La conquista de la plenitud es un acto de fe

Entrevista con la teóloga y pastora Raquel Suárez Rodés

Por Lirians Gordillo Piña, para la Tizza

Raquel Suárez (1965) nos regala una imagen para la vida en esta entrevista: «unos pañuelos blancos que vuelan desde las gavetas abiertas de un clóset que nunca pudo contenerlos». Múltiples acontecimientos, personas conocidas y nosotras mismas podemos ser esa fuerza que revuelve todo en la conquista del autoreconocimiento, el amor, la justicia y la felicidad. Como a muchas, el clóset le reservó a Raquel las gavetas de la familia, la iglesia, la sociedad; pero no contó con ella y su empuje vital.

La entrevista aparece en el volumen «Libres para amar», publicado en 2020 por la Editorial Caminos y SEMlac.

Recortes de infancia…

Soy hija de pastores bautistas; mis hermanos y yo crecimos en una familia pastoral y eso tuvo mucho que ver en mi vida. En mi caso, el grupo de amigos era el grupo escolar, porque amistades del barrio tuve en los primeros cinco años de vida, cuando vivimos en Colón, un pueblo de Matanzas, donde tuve muchos amigos y amigas de la iglesia y de la cuadra. Cuando nos mudamos para La Habana, realmente, tenía muy pocos amigos en el barrio, porque a los niños que vivían cerca de la casa no los dejaban relacionarse mucho con nosotros por el tema religioso.

Reconocer mi orientación sexual homoafectiva fue un proceso bastante tardío: no fue en la primera adolescencia, me empecé a dar cuenta en los primeros años de la universidad. Creo que la manera en que he reaccionado tiene que ver con nuestra propia historia de vida, nuestro país, el hecho de ser cristianos y ser hijos de pastores.

Los conflictos que evoco de mi infancia se remiten a episodios en la escuela, cuando empezaba el curso escolar y nos preguntaban, para hacer una lista, quiénes eran los niños religiosos. Después venía el bullying de los compañeros de escuela; fueron experiencias difíciles que nos marcaron como niños y adolescentes.

De todas formas, estas experiencias nos hicieron desarrollar una capacidad de aceptación y fortaleza; nuestros padres nos enseñaron a tener dignidad y no rencor, para que no fuera un trauma. Pero, definitivamente, temas como este llevaron a muchas personas a emigrar del país; o, como en mi caso, a estudiar carreras que no eran las que hubiésemos querido. Son efectos que no tienen marcha atrás.

En mi casa no recuerdo un clima de rechazo. Mis padres tenían como principio ético no hacer chistes, ni comentarios, ni bromas que pudieran afectar la integridad de un ser humano. Eso era un mandamiento en nuestro hogar. Mi mamá era muy intransigente. No le gustaban las bromas racistas, sexistas ni homofóbicas.

En esos años no recuerdo que la comunidad tuviera conflictos en este sentido. Los conflictos que recuerdo eran los de una pareja que se divorciaba y, según la tradición de la iglesia bautista, uno de los miembros de la pareja se tenía que ir de la iglesia. Pero sí recuerdo personas que conversaron con mis padres sobre su orientación sexual y ellos mostraron una actitud de comprensión.

De niña recuerdo que mi mamá, por mi manera de vestir, de jugar, me recalcaba cómo tenían que sentarse las niñas — «los pies cerrados» — y siempre me decía: «las niñas son como florecitas». Directamente a mí no me manifestó ninguna preocupación, hasta que en la adolescencia tuve amigas, esas relaciones de amistad muy intensas. Ella, quizás, se preocupó en algún momento porque yo guardaba alguna foto, cartas de cuando pasábamos la escuela al campo y estábamos distanciadas.

El amor…

En la adolescencia me enamoré de un muchacho de mi iglesia; fuimos esos novios adolescentes apasionados. Después ese muchacho y su familia se fueron de nuestra iglesia y del país. Empecé a tener sueños con alguna profesora, alguna amiga durante la etapa de la universidad, pero, realmente, la primera experiencia que tuve fue al conocer, en Nicaragua, a una de las teólogas y biblistas feministas de la liberación latinoamericana y una mujer extraordinaria. Yo había ido como parte del equipo de liturgia para un evento, pues iban a inaugurar la cátedra Frank País en el Seminario Bautista de Nicaragua, en 1989.

Estaba preparando la liturgia de ese día ensayando «Yo vengo a ofrecer mi corazón», con mi compañera de viaje, que era una gran pianista y liturgista, y sentí que alguien me miraba. Era ella. Fue un impacto muy grande. Nos presentamos, conversamos y el resto del tiempo que estuvimos en Managua ella casi no se separó de nuestra delegación.

Yo estaba estudiando Medicina, en sexto año de rotación, y tenía que regresar a Cuba; ella se quedó junto a nuestro grupo todo el tiempo y después visitó Cuba varias veces. Fue la primera persona de quien creo me enamoré. Fue algo platónico, pero ella me hizo enamorarme más de la teología, de los estudios de la Biblia, de la hermenéutica bíblica. Fue la primera persona que me mandó un artículo sobre los estudios de género.

Recuerdo que, durante el tiempo que estuvo en Cuba esa primera vez, en Casa de las Américas se presentó un disco de poemas de amor de Frei Beto y nos pasábamos horas oyéndolo. Ella me tradujo todos los poemas y fue muy hermoso. Creo que esa relación, que fue breve, me marcó un ideal de persona que, a lo largo de la vida, me hizo tener ese patrón; esa idealización afectó en cierta medida el resto de mis relaciones. Ella regresó a su país y, en esa época, no había correo electrónico, ni la posibilidad de encuentro. En 1996 nos encontramos casualmente en Argentina y ya yo estaba casada y embarazada de mi hija mayor. Fue una relación que sentí mucho que no pudiera darse.

En esa misma época, tenía una amistad grande y casi una relación familiar con el hombre que fue después el padre de mis hijas. Y, siendo honesta, la disfruté; pero me involucré tratando de, primero, conocerme a mí misma, porque tampoco había tenido otra relación con hombres. Me dediqué mucho a mis estudios de Medicina, al trabajo en la iglesia y al trabajo ecuménico. Esos años de juventud fueron muy intensos y de mucho activismo. También soñaba con ser madre, siempre tuve ese ideal. Me casé con el papá de las niñas y estuvimos juntos como siete u ocho años. Él me ayudó mucho en mi paso de la Medicina a los estudios teológicos, que realicé en el Seminario Teológico de Matanzas, estando ya separados y con las niñas pequeñas. Es una persona que ha sido mi amigo, mi hermano y yo se lo agradezco.

Fueron años muy difíciles, porque en los años de matrimonio tuvimos crisis muy serias. Estuvimos acompañados por una terapia y vinieron mis dos niñas; fue un período bueno, pero después decidimos terminar la relación. En esa etapa, mi mamá estaba enferma y yo sentía que a ella le afectaba mucho, me resultaba difícil en ese momento provocar una separación en la familia. No me sentía preparada para romper mi matrimonio, tampoco para enfrentar una relación pública. Fue bastante conflictivo.

Después del divorcio, tomé la decisión: «esta es mi orientación, esta es como yo soy y no vuelvo a pasar la experiencia de comprometerme con otra persona, si no es por amor». A partir de ahí empezaron a abrirse las gavetas del clóset de mi vida y hasta hoy soy una persona que lucha por tratar de ser feliz, de que en mi plenitud esté incluida mi sexualidad y mi relación de pareja.

Un momento arduo fue socializar mi orientación sexual con mis hijas. Pensé que sería difícil, pero no lo fue. El día que conversé con ellas, quien se puso a llorar fui yo. Ellas me decían: «mamá, nosotras lo sabíamos, pero estábamos esperando a que tú nos lo dijeras». Hoy, si yo tengo dos personas con quienes contar, son ellas; son las primeras con quien converso mis situaciones, las decisiones que voy a tomar con mi pareja. Mis dos hijas son mis amigas y mi apoyo, mi tranquilidad en este sentido.

Hacer del apoyo una comunidad

Crecí escuchando esos temas que se trataban en la iglesia. Incluso, mi papá se brindó en nuestra escuela y apoyó a mi profesor de 5to grado para dar las clases de educación sexual.

Recuerdo que un pastor joven presbiteriano, que socializó su condición de homosexual, fue separado de su iglesia y después salió a hacer estudios en el extranjero y en nuestra iglesia se dieron debates en torno al tema. Las reflexiones estaban marcadas por el pensamiento teológico pastoral de ese tiempo, pero la postura era que Dios ama a todas las personas, que no hace excepción y nos dice que amemos al prójimo como a uno mismo.

En esos años se sentía que la cuestión de la homosexualidad no era una variante, un aspecto normal de la sexualidad humana. Siempre tuvo una connotación de pecado, de la condición pecaminosa que había en el mundo, pero que la iglesia tenía que aceptar a todas las personas. Lo que se decía en aquel momento era que la iglesia no estaba preparada para asumir a personas homosexuales como pastores o pastoras.

Agradezco mucho la presencia de René Castellano, un pastor presbiteriano, psicólogo, que desde finales de la pasada década de los ochenta y principios de los noventa trajo a nuestra comunidad el tema de la homosexualidad.

Fue la primera persona a quien le escuché decir que cuando él, como psicólogo pastoral, conversaba con algún joven o muchacha que le confesaba esta orientación, él le decía que tenía que sentir orgullo de ser como era. Y el maestro Castellano hablaba de las dimensiones del amor como el amor cristiano y hablaba de la aceptación. Decía que no solo teníamos que aceptar, sino rendirnos a la manera de ser de la otra persona.

Fue fundamental para nosotros como jóvenes, en aquella época, los estudios del Maestro, tanto en lo referente a la sexualidad de manera general, como en otros temas, pero también lo fue escuchar de sus experiencias como pastor y como psicólogo. Partía del punto de vista de que ninguno de los casos que él atendió había elegido la orientación homoerótica, que en su mayoría las personas cristianas sufrían por tener esta condición y algunas luchaban contra ella mediante la oración, los ayunos y buscaban en el pastor o psicólogo una persona que los ayudara a salir de esta situación. La realidad es que eres así y no hay vuelta.

El otro que estuvo en nuestra comunidad fue mi tío, el pastor Francisco Rodés (Paquito), uno de los pastores de las tres iglesias que fueron expulsadas de la Convención Bautista de Cuba occidental y que contribuyeron a fundar la Fraternidad Bautista de Cuba, que es la institución a la cual pertenecemos hoy. Paquito trajo a un espacio que teníamos en la iglesia, que se llamaba «Semana de la Juventud», a un pastor estadounidense que tenía en los Estados Unidos una pastoral con personas homosexuales. Aquella semana de la juventud hubo mucho debate con los jóvenes de nuestra iglesia, pero fue otro de los momentos en que se trataron estos temas. Después, en nuestra comunidad, los hemos seguido trabajando, lo que creo falló fue la sistematización, periodicidad y abordarlos con más frecuencia.

Participar en estos espacios fue muy importante para mí. Ya, después, en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas tuve experiencias decisivas en mi vida y mi formación teológica. En el curso, cuando nos fuimos presentando y abriendo a una sinceridad y amistad, nos dimos cuenta de que varios teníamos la misma orientación sexual. Yo ese tema no lo hablaba apenas con nadie. Era un tema mío, de mis padres, de amigos muy cercanos, del papá de las niñas. Y en el seminario conocí e hice amigos y amigas que construimos una red de apoyo y una amistad que ha durado hasta hoy. Ahí, en ese espacio, conocí a Elaine,[1] quien hoy ha fundado en Cuba la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) y tenemos una amistad entrañable, además de que somos compañeras de ministerio.

Ese fue un espacio de abrirme y aceptarme con mi identidad, como persona, y un espacio de solidaridad, complicidad y apoyo entre nosotros y nosotras. He contado en mi vida con el apoyo, las enseñanzas y la amistad de la doctora Clara Luz Ajo, que es profesora del Seminario de Matanzas. Clarita nos dio la oportunidad — en la clase de Teología y Género, que se estudia en un semestre — de que los estudiantes preparáramos seminarios. Parte de los estudiantes preparamos un seminario sobre los desafíos de la diversidad sexual para la fe cristiana y la pastoral de la iglesia en Cuba. Éramos como seis estudiantes en el equipo y cada uno de nosotros preparó un aspecto del seminario, que duró prácticamente tres o cuatro horas; hubo mucho debate entre nosotros. Ahí escuché hablar por primera vez de la teoría queer. Como doctora, hablé desde el punto de vista de la ciencia, lo que planteaba acerca de la homosexualidad y las evoluciones que tuvieron los estudios acerca de la sexualidad desde la ciencia, hasta el momento en que se despatologiza como enfermedad mental y el abordaje pastoral de la homosexualidad.

Esas experiencias fueron gratificantes, fue un seminario muy enriquecedor y que disfrutamos mucho. Luego participé en la Jornada contra la Homofobia,[2] en un espacio que creó el Centro,[3] que en un inicio se llamó Cátedra de la mujer «Clara Rodés in memoriam», donde se abordaron temas como la cuestión de género y la hermenéutica feminista, se estudió la violencia de género. En estos años se ha ido tratando, cada vez con más fuerza, el tema de la diversidad, aunque como un tema transversal.

Derechos, entre temores y resistencias

En el espacio religioso, de manera general, creo que las posturas que asumen las iglesias evangélicas — por ejemplo — en Cuba hoy, es que «aman al pecador y no al pecado». O sea, pueden asistir a las congregaciones personas de orientación homosexual, pero en muchas se tiene la imagen de que es algo que la persona puede superar. En algunas ocasiones se tiene la concepción de que es una enfermedad, se produce por trauma de la infancia o por falta de atención materna o paterna; que es algo que se puede corregir. En ese sentido se debate la mayoría de las iglesias.

Cuando se tiene la sospecha de que la persona es homosexual, puede asistir a la iglesia pero no puede asumir cargos de liderazgo y, mucho menos, cargos pastorales. Incluso hemos acompañado a personas que han venido a conversar, pastores que han decidido asumir su orientación sexual y salir del clóset, con divorcios de por medio.

Durante la segunda Jornada Cubana contra la Homofobia, en 2008, se expresaron varias iglesias con un discurso muy parecido, dando un basamento bíblico con textos que condenan la relación entre personas del mismo sexo. Aquellos documentos apelaban a que en Cuba no se aprobara el matrimonio igualitario y mucho menos la adopción. Son temas más difíciles, porque las iglesias defienden las familias tradicionales y heteronormativas. Me parece que van a constituir un punto de desafío cuando en Cuba lleguemos a debatir el cambio del Código de Familia y dar el paso que tenemos que acabar de dar, de que las personas LGBTI tengan los derechos humanos de todos los seres humanos.

Las Jornadas Cubanas contra la Homofobia han tenido gran impacto en nuestro país. Han hecho un aporte en la discusión de estos temas y se ha ido ganando el apoyo de los medios; tengo la percepción de que en las primeras Jornadas no fue así. Ha habido logros en el arte, el cine, el teatro y el ballet, que expresan toda esta diversidad cada vez más, y creo que ha sido un aporte a la conciencia del país, al imaginario colectivo, acerca del tema de la diversidad sexual.

Este es el tiempo, no es otro

Código de las Familias: expectativas, problemas y proyecciones

medium.com

Las identidades que pudieran sufrir más desventajas son las personas transgénero y transexuales. Creo que son las que sufren más rechazo y marginación. Pero también ha habido muchos logros. Hemos avanzado, pero a nivel de población hay muchos temores y resistencias.

Lo que más me preocupa es que las iglesias están atrincheradas. Hay toda una producción, además mediática, muy fuerte, de un pensamiento avalado por estudios que legitiman una postura de que la persona puede tener su orientación, pero puede regular su conducta, puede llegar a cambiar su orientación homoafectiva por una conducta heterosexual, entendida como normal. Hoy día, con el despliegue de los medios digitales y youtube, hay muchísimas producciones hablando de la familia y de personas dando testimonios sobre el cambio en sus vidas; todo eso me preocupa mucho. Es preocupante que mucha literatura homofóbica que está entrando al país es así.

Creo que una persona puede ser bisexual, pero cambiar su orientación sexual, no me parece. Puede amoldar su conducta, pero no creo que sea reversible su orientación. Todo este control del cuerpo y la sexualidad, esta opresión y represión afectan la salud y el desarrollo armónico y pleno como ser humano. Para mí

la sexualidad es un aspecto fundamental, constitutivo de la vida humana y la realización humana.

En las aplicaciones de las Biblias que se bajan hoy para celulares y computadoras vienen materiales adjuntos donde se habla, por ejemplo, de las características que debe tener un ministro y dice que: «no debe caer ni en homosexualismo ni lesbianismo», con textos bíblicos que hacen un soporte de esto. Estos mensajes están llegando a la población por vía del paquete semanal.[4] Los productos del paquete inciden en la cosmovisión bíblico socio teológica del creyente e influyen mucho en la ideología de las personas. Para mí, eso está contribuyendo a que haya un retroceso.

Me preocupa el impacto de estas situaciones. No se han actualizado estudios socio-religiosos que nos digan la cifra de personas que hoy tenemos en los espacios religiosos, en las iglesias. En los años noventa del siglo pasado hubo un crecimiento grande, creo que después se mantuvo como meseta y ha tenido ascensos y descensos.

Estoy preocupada porque las iglesias mantengan una unidad, que apoyen el proceso social que queremos llevar adelante en nuestro socialismo. Tenemos que tener mucho cuidado, hacer una labor educativa, con mucha pedagogía y cuidado, pero sin bajar la guardia. Hay que seguir trabajando y

el ecumenismo no se realizará plenamente si estos temas se siguen secuestrando, ignorando o se abordan con temor en los espacios ecuménicos de formación o encuentro.

Estos temas implican derechos como la libertad religiosa, la libertad de expresión. Es complicado, porque tu libertad termina donde comienza la mía. Entonces, un grupo social que no tiene experiencia decidirá por otro o querrá legislar la vida y los derechos de personas con otras características, otros estilos de vida, otras maneras de ser. Todos estos son desafíos éticos hoy. Necesitamos asumir una postura.

También hay que agradecer a hermanos y hermanas de organizaciones de la cooperación internacional que han incluido la mirada y el enfoque de género a la hora de elaborar determinados proyectos. Se dan pasos,

se exige evaluar las experiencias y tener presente indicadores que alerten sobre la problemática de la homofobia, que sí es un problema. La homosexualidad no es un problema, lo es la homofobia.

Ser parte, crecer y crear

Yo empecé a participar en las Jornadas Cubanas contra la Homofobia porque nuestro Centro tenía relación con el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y con otros espacios, desde hace muchos años. Mariela[5] estuvo en nuestra iglesia cuando trabajaba la temática adolescente y trabajó con nuestro equipo pastoral de género y familia. Ahí nos conocimos. Después nos volvimos a encontrar y vino esta invitación de ella a participar en la Jornada contra la Homofobia, donde el Centro Martin Luther King estuvo presente. Participé en el programa televisivo Diálogo Abierto. Recuerdo que hablé un poco de las dificultades para los cristianos de comprender y dialogar sobre diversidad sexual. Eso provocó reacciones a favor y en contra. Después participé en las otras Jornadas, en paneles que se dedicaron al tema de la familia. Y luego me he mantenido colaborando, tratando de articular a líderes religiosos, que muchos de ellos participaban de manera personal.

Para mí, una de las experiencias más lindas, fue el año en que vino a Cuba Andrés Musskopf, hermano luterano, teólogo de la liberación, brasileño que ha trabajado temas de la teología queer, las implicaciones de los procesos de socialización de las personas homosexuales y la reflexión de lo que implica el pastorado, el liderazgo. También la pastora Carrie Jackson, una mujer estadounidense negra, lesbiana, que contó su experiencia.

Participar en estos espacios ha sido un crecimiento, la oportunidad de conocer personas maravillosas, de crear. Alrededor de la Jornada se ha creado una articulación. Es un espacio de encuentro, de celebración y reflexión. Se han tratado temas como la exclusión del espacio laboral y escolar. Creo que habría que realizar una Jornada sobre la inclusión en los espacios eclesiales y religiosos. Ahora se han institucionalizado expresiones religiosas que antes no estaban en el país, como la comunidad musulmana, judía, espiritista, afrocubana y, en algún momento, en las Jornadas contra la Homofobia, deberíamos incluir a los líderes de estos espacios en un debate y diálogo sobre estos temas.

Se impone dialogar para configurar nuevas estrategias de lucha y educativas, de impacto, sobre todo en espacios ecuménicos.

Ninguna iglesia puede negar que tiene en su congregación una persona homosexual. Las podrán invisibilizar, reprimir, pero están. Son personas que existirán con una parte incompleta en su realización personal. Quitarles la posibilidad de expresarse libremente, de vivir libremente, de vivir plenamente su sexualidad, es atentar contra un derecho humano. Negarle a una persona que tenga una orientación homoafectiva, su vocación profesional, de servicio, su fe, es atentar contra un derecho humano fundamental.

Mi salida del clóset a nivel social, por los medios de comunicación, quizá ha tenido un momento de rechazo, incluso he tomado la decisión de abandonar determinados espacios, porque ha habido cierta conflictividad. Pero cuento con un tremendo grupo de amigos y amigas con todo tipo de pensamiento, incluso en Facebook. Me siento una persona querida. Sé que tengo muchas hermanas que no piensan como yo, o no aceptan a plenitud mi manera de ser o de pensar. He tenido muchos momentos de gratificación, pero también muchos de dolor, porque no hemos terminado con esta lucha, queda todavía mucho por hacer.

No admito más que la sociedad no está preparada, que la familia y la iglesia no están preparadas para tomar acciones propositivas y educativas sobre este tema. Y creo que sí, que

debemos empezar a pensar en el pecado del heterosexismo que afecta, primeramente, a la persona que vive en una no aceptación. Es muy triste verla en esta situación, llevar una doble vida, sin realización plena, de no poder ser verdadera y honesta hasta con su propia pareja y familia. Eso afecta la vida familiar, el entorno social, porque las personas que no pueden expresar libremente su forma de ser (la libertad es para nosotros un don de Dios) ni vivir libremente, como son, también afectan al entorno que las rodea.

Hay que seguir trabajando y luchando porque las personas escriban su propio guion y se atrevan a vivir su proyecto de vida empoderadas y aceptándose como son, sin que nadie intervenga en sus derechos ni en su manera de ser. Me gustaría terminar con un texto bíblico, que es uno de mis preferidos. Está en la carta a los Gálatas, versículo 26–28:

Por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios…. Porque en Cristo Jesús ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno con Cristo Jesús.

Mi fe y mi vocación pastoral son dones de Dios. Me he sentido llamada por él a servirle en su iglesia y a la sociedad.

Notas:

[1] Elaine Saralegui, también entrevistada en el libro.

[2] Las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, organizadas por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), con el apoyo de organizaciones e instituciones estatales, han contribuido a visibilizar la lucha por la aceptación y contra la homofobia, la lesbofobia y la transfobia.

[3] Se refiere al Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr.

[4] Paquete semanal se le dice a contenidos diversos que circulan de manera informal en Cuba. Contienen productos audiovisuales, revistas y además materiales producidos expresamente para el Paquete.

[5] Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual.


Claudia Florentin