Dorothee Sölle: testimonio de una fe arrebatadora

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Hoy conocemos, a través de la pluma querida de la teóloga cubana Ofelia Ortega, a una teóloga feminista que ya no está entre nosotras: la alemana Dorothee Sölle.

Ofelia Ortega Suárez -

Introducción

Si una época justifica el recuerdo de Dorothee Sölle es nuestra época. Nunca como ahora se evidencia en el mundo la necesidad de respetar los derechos de la persona humana, tema al que dedicó su vida la incansable teóloga de la liberación, solidaria con los países subdesarrollados y víctimas de la explotación.

Para esta analista penetrante de la sociedad, mística deslumbrante, poeta y activista, si bien la Iglesia y el Estado pueden y deben separarse, la fe y la teología son inseparables de un compromiso práctico con el mundo. Un mundo injustamente organizado y cuyo “orden” ha sido y es legitimado por ciertas teologías. Su trayectoria vital pone en evidencia cómo el coraje y la libertad constituyen un riesgo profesional en teología. Nació en Alemania en 1929, en una familia protestante de clase media, y creció durante el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Su familia escondió a judíos en casa.[1]

Su proceso de fe no fue el resultado de una herencia familiar. Llegó a la fe por su cuenta, después de una búsqueda personal de sentido en una nación que arrastraba penosamente la pesada carga de su pasado. “Mi fe procede de Auschwitz, de la catástrofe alemana”, diría. El punto de partida de su reflexión fue cuestionar una teología que había hecho compatible el cristianismo con las cámaras de gas para millones de alemanes. Estuvo casada dos veces y tuvo cuatro hijos. Nunca le interesó la religión organizada, sino la experiencia del Dios vivo en el corazón de la realidad: en la vida cotidiana, tan trivializada e injuriada por la teología y los espiritualismos de evasión; y también en medio de los conflictos éticos, sociales y políticos contemporáneos: el holocausto, la carrera armamentista, la guerra de Vietnam, el fascismo, el consumismo, la injusticia y la explotación de los países más pobres, la fascinación de nuestros contemporáneos por la guerra o la devastación ecológica. Para ella existe una conexión clara entre la experiencia mística y el activismo político, entre el sufrimiento y la resistencia no violenta frente a la injusticia. Nunca fue contratada como profesora titular en una universidad alemana, y algunos lo atribuyen precisamente a su toma de posición política. Fue una figura controvertida y, al mismo tiempo, muy atractiva y leída, no solo por los cristianos evangélicos —la denominación a la que ella pertenecía—, sino también por muchas otras personas, precisamente por la combinación que representa entre el misticismo y el compromiso político. Tras su muerte, en 2003, Maria Jepsen, la primera mujer nombrada obispo de la iglesia luterana del mundo, declaró que “representaba y permanecería como la conciencia política del protestantismo”. Y Manfred Koch, entonces presidente de la Iglesia Evangélica Alemana, la alabó “como un parte significativa de nuestra Iglesia, que la ha preservado de su exclusivismo religioso”. Para ella el hecho de no haber nacido en el seno de la Iglesia fue beneficioso porque le proporcionó la distancia suficiente para distinguir “la Iglesia desde arriba” y “la Iglesia desde abajo”, aquella que no se identifica con los poderes de este mundo sino que nace de la experiencia viva del Dios de la Vida.[2]

La obediencia de la fe

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Dorothee Sölle fue, sin duda, una mentalidad abierta, cuyas reflexiones teológicas interesaron masivamente a la opinión pública. El testimonio de la fe que nos ofrece posee un sentido claro del papel un tanto carismático del pensamiento cristiano.

En su libro Imaginación y obediencia —publicado en Alemania en 1968 y traducido al castellano tres años después—, a través de doce capítulos apretados, da una visión antropológica, o mejor dicho una perspectiva. La obra —de obligada lectura para mis alumnos de Ética en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, Cuba— critica la obediencia y propone la imaginación creadora. Aunque parezca arriesgado hablar de la imaginación de Jesús, ella lo hace. Nos trae su ejemplo no solo a favor de formas antiguas de virtud, sino también como un rabbi que está muy lejos de dejarse esclavizar por las reglas de la tradición. Siempre añadía: “Pero yo os digo”. Es decir, Jesús no trajo virtudes nuevas ni nuevos deberes; trajo una felicidad a los seres humanos que daba fundamento y posibilidades nuevas a la virtud. Dorothee Sölle describe en estas páginas la aparente contradicción entre la autoridad y la obediencia con una lucidez de estilo realmente iluminadora, que obliga a recomendar su lectura.

La obra, como escribe en su prólogo para la edición española el profesor Joaquín G. Carrasco, es “el testimonio de una fe arrebatadora, que trata de educar la mente cristiana con la propuesta, llena de sabor de esperanza, de luchar para transformar la realidad del mundo, por medio del cambio de todas las relaciones humanas”.[1]

Presenta, en efecto, una crítica a la obediencia sumisa, que inspira la práctica de una “ética de la responsabilidad”. Esta más tarde sería desarrollada por el filósofo alemán Hans Jonas, pero tuvo sus antecedentes en la obra filosófica, teológica y liberadora de la Sölle.

Sí, Dorothee señala lo que ya está impuesto en el Antiguo Testamento en Miqueas 6,8: obrar justicia y amar la bondad. Como es sabido, en el Antiguo Testamento la obediencia siempre va de la mano de la justicia. En el Nuevo Testamento, por su parte, la obediencia en el apóstol Pablo está unida a la fe y no a la sumisión y la dominación. Esa “obediencia de la fe” ha de liberarnos de la dominación opresora que limita la dignidad de nuestra humanidad.

III

La libertad para los otros

Quiero referirme también al estrecho vínculo de Dorothee Sölle con la Teología de la Liberación latinoamericana. Pero antes, siguiendo un poco el énfasis narrativo de muchos de sus libros, deseo contar una historia vivida durante la visita del Papa Benedicto XVI a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que es el encuentro más importante que tienen los obispos católicos en nuestra región.

Estas conferencias se celebran aproximadamente cada quince años, y son siempre convocadas por el Papa, quien define el propósito, aprueba el tema central, las inaugura con su discurso y, al final, autoriza el documento conclusivo. Esta vez la cita fue del 13 al 31 de mayo de 2007, en la ciudad de Aparecida del Norte, situada en el Valle de Paraíba, al este del estado de São Pablo, en Brasil. El tema: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos tengan vida”.[2]

Invitados por el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, asistimos al evento cinco delegados en representación de diferentes comunidades evangélicas, además de un líder de la Iglesia Ortodoxa y un rabino judío.

La prensa informó que en el avión que conducía al Papa a Brasil este comentó que ya habían terminado los énfasis de la Teología de la Liberación en nuestra región.

Sin embargo, muy cerca de la Basílica de la Virgen Aparecida, se reunía el grupo Amerindia, de teólogas y teólogos de la liberación. Cada noche, representantes de diversas religiones y comunidades de base y yo nos reuníamos con el grupo Amerindia, que analizaba los documentos de Aparecida y respondía a ellos.

 

Cada noche íbamos a la reunión, y cada mañana nuestra tarea era depositar los documentos de Amerindia en los casilleros de los obispos. O sea, lo que parecía haber desaparecido estaba allí, como un testimonio presente de la teología que todavía nos inspira para la transformación y los cambios.

Así las cosas, el modelo acción-reflexión-acción, en el cual el ideal es que el círculo se cierre y de ese modo se enriquezca constantemente tanto la acción como la reflexión, está siempre presente en las obras escritas por Dorothee Sölle, quien nos dice:

La fe es una forma de la práctica. Mi vida activa, mis deseos, mis esperanzas, mis ansiedades, todas ellas son parte de la práctica. El solo pensar en la mera secuencia de acciones en nuestra vida sería malinterpretar la práctica. Lo que no hacemos, con lo que estamos de acuerdo, lo que callamos, es también acción. Y así como la fe necesita de la teología en su búsqueda de la auto-comprensión, la práctica de nuestra vida constantemente necesita interrupción, interiorización, teoría, convicción intelectual, aclaración, autocritica, lo cual entonces lleva a una práctica consciente. Hay un movimiento circular de la práctica a la reflexión teórica (1) y de nuevo hacia la práctica cambiada (2). Este círculo de aprendizaje humano es también un circulo de vida humana: la fe necesita de la teología para comprenderse a sí misma y para comunicar, pero el significado de esta teoría teológica es llevar hacia una fe más profunda. La teología no está ahí para su propio propósito, sino para ayudarnos a crecer en la fe. El pensamiento – modelo de teología comienza y termina con la práctica, la fe vivida.[3]

REFLEXIÓN

TEORÍA

TEOLOGÍA

ACCION

PRÁCTICA

FE

  

 En su análisis de lo Ortodoxo, lo Liberal, y la Teología de la Liberación, ella admite el papel de la teología liberal en el siglo XVIII; pero ahora, de acuerdo con su práctica de vida, el método critico histórico de la escolástica bíblica no puede satisfacer a una comunidad de vida hoy. Me gusta mucho la frase: “Lo que era pan se ha convertido en piedra”.[4]

Dorothee Sölle contesta a la “oración privatizante”, esto es, la oración que no se hace acompañar por el compromiso social concreto. Orar por “nuestros responsables políticos” o “por la justicia y la paz” sin más, es —dice ella— como orar para que llueva, sin plantar árboles o parar la desertificación. No tenemos el derecho de esperar por la ayuda “del más allá”, sin que nos sintamos activamente envueltos. A ese tipo de oración, que ella compara con un yeso sobre una pierna de palo, ella prefiere un pedido del tipo: “Danos, Señor, creatividad para luchar contra quienes mantienen a nuestros hermanos en la miseria”.[5]

Para ella, una oración auténtica consiste en expresar a Dios el sufrimiento sentido, porque su Reino aún no se realiza. Consolados y confortados por tal oración, entonces, podemos ir a lo esencial: hacer, a ejemplo de Jesús, la obra de Dios para con nuestros hermanos. Así, nos estamos endosando la corresponsabilidad del futuro del Reino, y apartamos de nosotros la tentación de dejar para un Dios “mágico” las tareas que nos corresponden. La acción social y política —dice Dorothee Sölle— constituye la oportunidad de afirmarnos, con vigor, nuestra personalidad, afirmación fuerte de determinación y de creatividad, de que Jesús nos muestra el ejemplo al decir: “Oísteis que fue dicho… Pero yo os digo...”. Cristo no se doblega delante de las situaciones adquiridas, de las costumbres, de las intrigas de los fariseos.

“Yo te digo: levántate…”. La firmeza que emana de tal frase, y que debemos hacer nuestra, remite a la fuerza creadora de Dios, que crea a partir de lo que no existe. Por el ejemplo de Jesús, así como en el discernimiento y por la fuerza del Espíritu, nos volvemos capaces de contestar sin miedo a la injusticia, la violencia y la contaminación del medio ambiente.

“¡Enfrenten, dice Dorothee Sölle, opónganse a los que hacen la guerra!”. Se trata de ser libre, como Jesús fue libre. Y ella precisa que se trata de una libertad para los otros, y no de mero libre albedrío egocéntrico. Esta libertad es el secreto de la creatividad y de la felicidad. Es así que ella considera a Jesús como el hombre más feliz de la tierra.[6]

IV

 

El uso de la Biblia como un paradigma de la Teología de la Liberación

Para Dorothee Sölle “debemos comprender la Biblia de tal forma que nos diga algo a nosotros ahora y nos desafíe hoy”.[7]

Creo que Dorothee siempre sigue las palabras de Jesús: “Pasemos al otro lado” (Marcos4:35). Y en el otro lado están esos lugares increíbles donde Dios está actuando y revelándose con palabras y cambios poderosos.

Hor, cuando oímos sobre las relaciones Sur-Sur, nos preguntábamos: ¿soñamos con que esto podría pasar? Dorothee dice: “Es importante que la Biblia no sea solo sobre el hecho de que hace doscientos años Jesús alimentó a cinco mil personas con panes y peces, sino que es también sobre dónde este milagro de alimentación ocurre hoy”.[8]

Hay tres formas de interpretar el pasaje bíblico de Marcos 8,1-10 (el milagro de los panes y los peces):

  1. Como una prueba del poder de Dios.

  2. Como la capacidad de compartir, espíritu de comunidad (énfasis teología liberal).

  3. Como “lo mío es tuyo”; esto es el significado de la vida. El mantener una diferencia entre lo mío y lo tuyo significa la muerte. Es el ubuntu de África, el sumak kawsay (buen vivir) de los aborígenes andinos (teología de la liberación).

La sociedad de consumo nos tiene acostumbrados al milagro de la multiplicación de los bienes materiales. Hoy día se fabrica casi todo en serie, hay más riqueza en la Tierra. Sin embargo —y esto muy necesario—, creo que hace falta poner urgentemente en marcha otro milagro, aún mayor, más difícil de realizar. Se trata del milagro del “reparto” de lo que ya hay entre los que estamos, practicando la comunión de bienes.

Porque si la sociedad de consumo realiza a diario la multiplicación de panes y peces en clave moderna, paradójicamente cada día aumentan en la humanidad las carencias más radicales, la miseria más increíble, el subdesarrollo más inhumano, la ignorancia más brutal, la falta de cultura más absoluta. Del milagro de la multiplicación de los bienes de consumo se benefician solo unos pocos, que se han habituado a lucrarse y a enriquecerse en detrimento de la inmensa mayoría de los que habitan el planeta Tierra.

No se trata ya tanto de multiplicar cuanto de dividir. Al menos este es el camino que Jesús enseña en el relato mal denominado de “la multiplicación de los panes”, pues la palabra “multiplicación” no aparece en él.

La situación de aquella gente era similar a la de muchos de los seres humanos hoy: “Despide a la gente —dijeron a Jesús— para que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado” (Lc 9,12ss). En descampado está la mayoría de la humanidad carente de las necesidades más vitales: pan y habitación.

Inesperadamente, Jesús invita a sus discípulos a realizar el milagro: “Denles vosotros de comer”. Y como ellos piensan que el milagro consiste en multiplicar los alimentos, replican: “No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío (porque eran unas cinco mil personas)”. La vía de salida que ellos piensan para resolver el problema es envidiable: se trata de comprar. Pero Jesús trata de mostrar que “comprar” no es el camino: “Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente”.

Jesús no compra ni multiplica, sino que parte y reparte. Tal vez este sea el camino para salir de este callejón sin salida en el que nos hemos metido los humanos. Partir el pan entre todas y todos, partirse para los demás, repartir, dividir entre todos, esa fue la técnica, y gracias a Dios ha conseguido multiplicar.

Y este es el símbolo de la eucaristía: un pan —un cuerpo-persona— que se parte y se entrega como alimento que genera vida alrededor.

Para Dorothee, dotada de la Palabra de Dios, prefiere la “práctica de Jesús”. La Biblia, desde la perspectiva de los pobres, en la teología de la liberación es un pedazo de pan que los alimenta.

V

La lectura intercultural de la Biblia

Me sorprende siempre Dorothee cuando voy descubriendo en las lecturas de sus libros la forma en que se adelantó a su época, dejándonos en cada una de sus palabras jirones de sabiduría, que van ofreciendo luz en los difíciles caminos que hoy transitamos. Me he tomado el atrevimiento de calificar su teología como “teología del trillo”.

En Cuba, mi patria, cuando los campesinos no encuentran una senda abierta para llegar hasta el “bohío” (la casa campesina), toman el machete y van cortando los arbustos espinosos, no usables, hasta abrir una senda, un camino que les lleva a casa. Es como dice el poeta español Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.[9] O sea, la teología de Dorothee no nos abre amplias carreteras, sino nos ayuda a la construcción de nuevos senderos que nos llevarán y darán acceso al oikos, a la casa del Dios viviente. Esa es la “teología del trillo”. Ella descubrió un nuevo sendero para entender el pecado en el relato bíblico de Génesis, durante una de sus clases en Nicaragua. Oigamos su propia voz:

En 1986 enseñaba en un Seminario Bautista en Nicaragua. Los estudiantes, mujeres y hombres, algunos de ellos ya eran pastores, no habían tenido una particularmente buena enseñanza teológica. Pero cuando yo traté de decirles algo sobre el pecado, ellos me enseñaron – muy simple y muy en concordancia con las escrituras. Mientras yo estaba aún especulando sobre el auto-amor, el poder y el aislamiento, una pastora negra me interrumpió y me dijo: “Pero eso está bien claro. Adán y Eva querían tener más que otros y entonces ellos se comieron la manzana, y eso es codicia, el pecado está en la infinita avaricia de las personas que quieren poseer algo, y todo lo demás surge de este deseo de poseer”. Yo no nunca había pensado en eso de esa manera.[10]

 

Dorothee comprendía que una lectura intercultural de la Biblia puede resultar en una suerte de encuentro que tiene profundidad y es especialmente recíproco. La lectura intercultural de la Biblia puede de esta forma significar un enorme enriquecimiento y liberación de las personas de la prisión de su propia cultura de contexto. Es en realidad sorprendente como la misma historia bíblica puede ser leída de diferentes maneras.

VI

Una Teología de la Creación

La teología de la creación de Dorothee Sölle está basada en una nueva comprensión de Dios el Creador. Ella afirma: “Ahora que Dios ya Dios no está, para mí, aprisionado en una imagen de soberano, Rey y padre,  quiero reconciliar mi fe en Cristo con mi nueva compresión de Dios el Creador”.[11]

El énfasis en este Nuevo entendimiento de la creación se basa en la mutualidad, la interdependencia, el espíritu materno, opuesto totalmente al poder autoritario que limita la independencia y la libertad.

La creación ha de verse siempre en un espíritu de relaciones interpersonales; no podemos existir sin los otros. El elemento central de la creación es el amor. Así que tenemos que aprender a interpretar el mundo, asumiendo que todo está relacionado, que todo es interdependiente, que todo el mal que causemos se volverá forzosamente contra nosotras y nosotros.

La intuición clave del ecofeminismo es eso: todo está conectado, todo es sagrado. Somos un tejido con toda la vida que forma parte de este frágil tejido que llamamos “Tierra”. Al mismo tiempo, tenemos que buscar una cosmovisión más holística que reconoce y celebra el tejido de la vida. No hay “otro” u “otra”, el “otro” o la “otra” soy yo.

De una forma familiar y simple de llegar al corazón, Dorothee expresa que:

La pregunta más importante para una teología ecológica me parece que es, cómo podemos expresar nuestra confianza en el Dios creador y reverencia por la creación en nuestras vidas. Lo más importante es amar la creación, enseñarse uno mismo y enseñar a los hijos de uno a estar conscientes de la creación. He plantado bulbos en la tierra con mi nieto pequeño de dos años; le he explicado que ahora viene el invierno y primero las flores tienen que dormir y también que los gusanos de tierra ya no suben suficientemente en la tierra para que nosotros podamos verlos. Estos son solo pequeños intentos de lograr un poquito de familiaridad con la naturaleza y confiar en la devolución natural.[12]

Necesitamos reafirmar que, sin esta inmanencia de Dios en nuestra tierra, perdemos la trascendencia de Dios.

VII

La teología feminista o el compromiso encarnado con los pobres

Por último, y no por ello menos importante, deseo abordar la reflexión de Dorothee acerca de Dios a partir de la realidad femenina.

Pensar y nombrar a Dios desde la realidad femenina y desde la experiencia feminista es una tarea apasionante para las mujeres dedicadas a hacer teología en una comunidad de fe que lleva más de veinte siglos pensando y nombrando a Dios bajo unos conceptos y con un lenguaje exclusivamente masculino y kiriopatriarcal.

Dorothee fue una mujer teóloga, misionera comprometida con la causa de las mujeres y de los pobres. Falleció dejándonos una teología profundamente kenótica, prácticamente arrancada de esos basurales en los que encontraba a los pobres que la llevaban a sentir a Dios encarnado y pobre, ya que conoció a Dios en medio del sufrimiento humano y desde allí lo vivió y explicó teológicamente, traduciendo la teología aprendida en la universidad e impartida en Nueva York en palabras sencillas recabadas de la experiencia cotidiana y desde la tragedia de los seres humanos crucificados de los pueblos de Centroamérica.

Su obra resulta inquietante. Su libro Reflexiones sobre Dios, encierra todo un tratado teológico elaborado desde la perspectiva feminista. La primera cuestión que se plantea es: “¡Hablar de Dios! ¡Quiero hacerlo, pero siempre fracaso!”, dice. Se trata del fracaso de un hablar de Dios que no llega a la vida de nadie, porque ¿quién es Dios para un joven padre de familia en paro, o para un emigrante de tez negra y sin papeles, o para una mujer que se dedica a la prostitución, o para un empresario inflado por el poder y el dinero, para un campesino sin tierra en cualquier país del llamado “tercer o quinto mundo” …? Dorothee Sölle lo expresa de esta manera: “Sólo podemos hablar de Dios cuando hablamos a Dios”. No se trata de un lenguaje piadoso o escolástico; Dios tampoco es el papá que lo arregla todo, aunque algunos creyentes, observa, no han superado esa manera pueril de imaginarse a Dios. El Dios de Jesucristo es impotente, pequeño y débil, es “irrelevante para la inmensa mayoría de la gente”. Por eso, para ella, la teología feminista tiene como misión irrenunciable, más que hacer imágenes, derribar imágenes de Dios. Dirá: “necesitamos un lenguaje que diga más de lo que puede justificar empíricamente”. De otro modo lo convertimos en un ídolo. Tal vez por eso “la teología feminista es hoy día la expresión más clara de la lucha contra la ideología del patriarcado, por amor a la Deidad más grande”. Por ello, la imagen del padre hay que interpretarla a partir del Reino de Dios y no al revés. Vivir en esa paternidad divina solo se logrará cuando entendamos que “el poder de Dios es tan solo un poder biófilo, cuando es un poder compartido”. Esto implica romper los ídolos, ser iconoclastas con las imágenes de Dios que se orientan a la “adoración del poder”.[13]

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Es justo, pues, que las mujeres luchen por romper la imagen esclerotizada de la Divinidad. “La masculinización de Dios, intensificada hasta el extremo en el cristianismo, tal y como se expresa en el lenguaje puramente androcéntrico, va siempre acompañada por la divinización del varón”. “El patriarcado, en su manera de hablar de Dios yerra en cuanto a la trascendencia de Dios”. Esta es la síntesis del estado de la cuestión de la teología feminista en pleno siglo xxi. Y concluye afirmando que, en teología, “lo que nos hace falta no son imágenes de Dios, sino una experiencia memorable de Dios”. De Dios habrá que aprender a hablar no solo como del “Padre” que todo lo puede, sino también como de la “Madre” que todo lo sufre y todo lo sostiene, porque no tiene más poder que el de su inmensa compasión. “Dios no podría consolarnos si no estuviera unido a nuestro dolor”. Muchas teólogas interpeladas por lo divino, como Dorothee Sölle, sienten que las mujeres vivimos todavía en una Babilonia teológica: expulsadas, enviadas al exilio y sufriendo esclavitud y marginación.

En un texto que es considerado como un legado sobre los logros y lo pendiente en la teología feminista, también Dorothee Sölle habla de una “teología de la vida”. Esta es la expresión de una nueva teología política de perspectiva feminista. Esta teología de la vida está basada en el entendimiento de lo “compartido” y la “mutualidad”. La “mutualidad”, según Dorothee Sölle, es una de las categorías más importantes de la nueva teología política, que se debe entender como “teología de la vida”; ella es la clave para comprender la verdad del mundo, del ser humano y de la Creación.[14]

 

No basta con una teología hermenéutica, y conceptualmente bien estructurada, dentro de un método perfectamente definido. Hace falta ¡vida! Y la vida está por las calles, en las casas, en las relaciones que creamos, en las guerras que se evitan y en la dignidad que se reclama para todo ser humano y para la creación entera.

VIII

Fe y mística: de lo exterior a lo interior

Para el servicio fiel al prójimo hemos de tener la fuerza espiritual necesaria, y la mística es una de esas formas de espiritualidad. El hermano Roger Schutz, fundador y primer prior de la Comunidad de Taizé, quien murió después de ser apuñalado durante la oración vespertina en la iglesia de la Reconciliación de Taizé, en 2005, decía: “Hay que hablar de la lucha y la contemplación”.

Para Dorothee Sölle la historia de la mística es la historia del amor de Dios, pero ese amor no se puede concebir sin su actualización política dirigida hacia la praxis y hacia el mundo. Así lo expresa en su libro The Silent Cry.[15]

De esta manera, Dorothee nos hace vivir a través de sus libros y su experiencia la dimensión social de la espiritualidad. Entiendo que para nuestra autora la mística se vincula a lo auténticamente humano, o sea, no se conforma con la situación actual de la humanidad. Para el servicio al prójimo hemos de tener la fuerza espiritual necesaria, y la mística es una de estas formas de espiritualidad.

 

Cabe recordar que el filosofo y escritor lituano Emmanuel Lévinas señaló: “Conocer a Dios significa lo que hay que hacer”. Por su parte, monseñor Oscar Arnulfo Romero, sacerdote católico salvadoreño y arzobispo metropolitano de San Salvador, siempre nos hablaba de “la mística de los ojos abiertos”, porque contemplar a Dios es seguirle, y lo que hemos adquirido en la contemplación lo debemos compartir en el amor.

En su libro The Window of Vulnerability, Dorothee señala:

El empobrecimiento de la mayor parte de la población mundial, la destrucción de la naturaleza y el más gigantesco militarismo de todos los tiempos en todo caso, está estimulando una creciente resistencia…cada hombre y cada mujer que se opone a las básicas tendencias enumeradas anteriormente, aún en las formas más suaves, tales como las firmas en una petición o la participación en una manifestación públicamente  organizada, están poniendo a él o a ella en peligro hoy en día.[16]

Resulta interesante que este libro, publicado en 1990, nos invita a mirar a nuestro alrededor y reconocer que aún hoy existe esa situación. Ejemplos de ella son, por citar solo dos casos, las protestas y maltratos a los universitarios en Chile porque reclaman una educación para todos, con tasas que puedan ser pagadas por las familias chilenas; y el Movimiento de los indignados en Europa y los Estados Unidos, que ha ocupado plazas y calles expresando sus inquietudes por el desempleo y la angustia económica que lanza a las familias a las calles y al suicidio.

 

Entretanto la prensa nos informa que Alemania se mantiene estable y segura en su economía. Quizás hoy Dorothee nos diría: “¿por qué?” ¿Es que acaso Alemania está demandando demasiado de los países que integran la Unión Europea para poder mantener ella una economía buena y estable? Son preguntas que hoy todos debemos hacernos, respondiendo así a las inquietudes de la juventud estudiantil, de los desempleados y de los ancianos que fueron expulsados de sus hogares al suicidio, el desespero y la muerte.

 

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Hoy nos aterroriza también el conflicto en la península de Corea, la posible intervención allí de los países del Norte, y la difícil situación en el Oriente Medio.

 

En el camino de nuestra fe experimentamos la vulnerabilidad de la cual nos habla Dorothee cuando afirma: “Queremos paz, no seguridad”, y toma las palabras de Mahatma Gandhi: “No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”.

 

Vista así, la paz genuina debe incluir la reconciliación entre los que están en conflicto, no su militarización, y, por supuesto, mayor justicia en las relaciones económicas entre pobres y ricos.

La mística y la espiritualidad de Dorothee se basan en lo que ella llama una “opción preferencial por la vida”, como una predilección por la vida frente a la muerte.

Por eso, el “viaje de ida” es una antigua imagen que Dorothee utiliza para denominar las experiencias del alma en camino hacia sí misma. [17] El “viaje de ida” emprendido por medio de la meditación y la concentración, es la aportación de la religión a ese camino hacia su identidad. La fe cristiana acentúa el “viaje de retorno” al mundo y su responsabilidad. Pero precisa de una toma de conciencia más profunda que la que se alcanza por medio de la acción.

Dorothee Sölle, con motivo de su divorcio, vivió un sufrimiento agudo y profundo. Ella busca dar cuenta de la “noche” que ella misma atraviesa y descubre en los místicos. Por tanto, evoca la experiencia de fracaso del profeta Elías, su huída ante la furia de Jezabel (1 R 17—19). Extenuado, Elías busca la muerte debajo de un enebro. Fortalecido por el ángel de Dios que le trae comida, sigue en tanto su camino durante cuarenta días y cuarenta noches. En la cueva en que durmió, oyó una voz llamándolo afuera. Él acaba viendo a Dios, no en fenómenos espectaculares —tempestad, temblor de tierra, fuego— sino en el leve susurro de la brisa. Elías debe dejar sus ideas acerca de Dios. Descubre un Dios interior, ya no aterrador y completamente exterior. Mas este Dios íntimo no lo invita a quedar en éxtasis; lo envía al mundo, a fin de dar seguimiento a su obra profética. Se trata de hacer nuestra la causa de Dios.

Dorothee Sölle insiste en la necesidad de “partir”.[18] Se trata de un arrebatamiento. Sigamos los místicos que penetraron la noche y de ella salieron transformados. Conviene —como Elías— partir lejos, vivir intensamente los duelos, asumir los fracasos, y después retornar al “Origen de la vida”. Tal retorno al inefable Origen pasa, según ella, por una inmersión en el inconsciente, simbólicamente evocado en la historia de Elías por su sueño en una cueva —verdadera matriz. El Siglo de las Luces y los progresistas actuales ignoraron ese movimiento regresivo. Solo valorizaron el progreso. Dorothee Sölle indica que hay lugar para irse “de lo exterior a lo interior, de la vida a una cierta muerte, del progreso a un regreso, del movimiento a un punto estacionario, del “ego” al “self”, de la exterioridad pos-natural a la matriz prenatal de cada cosa”.[19]

La experiencia del fracaso, la muerte para sí y el retorno a los orígenes pasan a ser, en adelante, elementos constitutivos de la búsqueda de esta mujer militante radical tornada mística. Como mismo Elías tuvo que abandonar la idea que él se hacía de Dios, nosotros somos llamados a abandonar nuestras propias convicciones, en particular la de un Dios todopoderoso —una representación, además, vuelta insostenible después de Auschwitz. Conviene, igualmente, dejar la idea que nos hacemos del mundo, dice ella, no para huir de él, sino para habitarlo de modo diferente como profetas. Es vital que, después de la “partida”, perdamos nuestras certezas; que sintamos la experiencia del fracaso y del sufrimiento; que renunciemos a nuestro pequeño yo —que haya un “retorno”. Se trata de renunciar al mundo en un movimiento de kenosis,[20] pero para nuevamente comprometernos: de manera diferente, no posesiva, separada, generosa.

 IX

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Conclusión

Hermosa de por sí fue la vida de Dorothee Sölle, pensadora incisiva, mística, poeta y activista, cuyas reflexiones teológicas interesaron masivamente a la opinión pública.

Su ideario —una luz orientadora al servicio del pensamiento cristiano— nos pone ante lo central: cómo seguir a Jesús y proseguir su causa en un mundo cada vez más injusto e inhumano que está generando millones de pobres. La espiritualidad gozosamente vivida en comunión con los últimos es clave de credibilidad de la fe que profesamos y a cuyo servicio hemos puesto nuestra vida.

En este sentido podemos recitar el siguiente “Credo para el tiempo secular”, escrito por ella, con el que quiero concluir mi intervención:

Creo en Jesucristo,

quien como solo hombre nada podía realizar.

Y también nos sentimos así.

Que luchó para que todo cambiara

y fue por eso ejecutado.

Esto es criterio para comprobar

cuán esclerotizada está nuestra inteligencia,

cuán sofocada nuestra imaginación,

desorientado nuestro esfuerzo,

porque no vivimos como él vivió.

Y hasta tememos cada día

que su muerte haya sido en vano,

porque lo enterramos en nuestros templos

y traicionamos su revolución,

medrosos y sumisos ante los poderosos del mundo.

Y olvidamos que resucita en nuestras vidas

para que nos liberemos

de prejuicios y prepotencias,

del miedo y del odio,

y llevemos adelante su revolución hacia el Reino.[21]

 

Dedicamos este texto como un homenaje y un recuerdo a la teóloga y digna pacifista alemana.

[1] Dorothee Sölle: Imaginación y obediencia, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1980, p. 13.

[2] Véase Aparecida: renacer de una esperanza, Fundación Amerindia/ Indo-American Press Services Ltda., São Pablo, 2007.

[3] Dorothee Sölle: Thinking About God: An Introduction to Theology, Press International, Philadelphia, 1990, pp. 5-6.

[4] Ibidem, p. 30.

[5] Thierry Verhelst: “Dorothée Sölle. Uma mística da libertação na Europa”, en: Nós Também Somos Igreja, 12 Ene 2013. Disponible en: http://www.consciencia.net/dorothee-solle-uma-mistica-da-libertacao-na-europa-por-thierry-verhelst/ [Consulta: 2 de abril de 2013]

[6] Ibidem.

[7] Dorothee Sölle: Thinking About God: An Introduction to Theology, ed. cit., p. 35.

[8] Idem, p. 35.

[9] Antonio Machado: “Proverbios y cantares (XXIX)”, en: Poesías completas, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975, p. 242.

[10] Dorothee Sölle: Thinking About God: An Introduction to Theology, ed. cit., pp. 60-61.

[11] Dorothee Sölle and Shirley A. Cloyes: To Work and to Love: a Theology of Creation, Fortress Press, Philadelphia, 1984, p. 5.

[12] Ibidem, p. 52.

[13] Véase Trinidad León Martín: “Pensar y nombrar a Dios en perspectiva feminista”, en: Selecciones de Teología, vol. 49, no. 196, Barcelona, oct.-dic., 2010, pp. 243, 252-253.

[14] Véase Dorothee Sölle: “Was erreicht ist - was noch aussteht. Einführung in die Feministische Theologie”, en: I. Dingel (ed.): Feministische Theologie und Gender-Forschung. Bilanz, Perspektiven, Akzente, Leipzig, 2003, pp. 9-22, 21.

[15] Dorothee Sölle: The Silent Cry, Fortress Press, Minneapolis, 2001.

[16] Dorothee Sölle: The Window of Vulnerability: A Political Spirituality, Fortress Press, Minneapolis, 1990, p. 44.

[17] Dorothee Söle: Viaje de ida: esperanza religiosa e identidad humana, Editorial Sal Terrae, Santander, 1977.

[18] Thierry Verhelst: op. cit.

[19] Idem.

[20] Idem.

[21] Dorothee Sölle: “Credo para el tiempo secular”, en: ululatus-sapiens.blogspot.com/.../credo-para-el-tiempo-secular-de.html [Consulta: 2 de abril de 2013].

Claudia Florentin